jueves, 31 de enero de 2008

Mantis religiosa



Las patas posteriores firmemente apoyadas; el tórax levantado; la pinza espinosa que forman las patas anteriores, lista para actuar. Así, verdosa o pardusca, mimetizada con la planta donde vive, la Mantis religiosa espera a su presa. Una mosca vuela por allí. En un instante, tan breve que el ojo humano no alcanza a captarlo, la mantis la tiene en sus garras y comienza a devorarla. La mosca, aún viva, no tiene forma de evitar su destino. La escena es aterradora, pero muy frecuente en el mundo de los insectos. Sencillamente, unas cuantas especies se comen a otras, a veces sin dificultad, a veces tras verdaderas batallas. Incluso hay conflictos en el interior de la misma especie. Habitualmente, la propia Mantis religiosa hembra se come al macho durante o después del apareamiento. Aunque en general es herbívoro, el insecto palo también práctica el canibalismo. Los machos escarabajos con cuernos luchan entre sí por la posesión de las hembras en celo. El repertorio de armas es formidable. La hormiga león, por ejemplo, pone sus huevos en terrenos arenosos. Sus larvas poseen mandíbulas muy desarrolladas, y son depredadoras. Para capturar su alimento, construyen un cono invertido en la arena, en el centro del cual se sitúa la larva, asomando únicamente sus mandíbulas. Cuando algún insecto, por ejemplo una hormiga, entra en el embudo, la larva cabecea bruscamente arrojándole así granos de arena. La hormiga cae al fondo del embudo donde es atrapada. Las tijeretas de ribera (Labiduria riparia) tiene en su parte posterior enormes pinzas que emplean para defenderse y para cazar los insectos de los que se alimenta. Las avispas, ya se sabe, insensibilizan a sus víctimas mediante picaduras en los centros nerviosos, picaduras que las mantienen vivas pero incapaces de todo movimiento.

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